Me sentía vacía por dentro. Sin animo, sin ilusión.... decidí dejarme llevar por el temporal y me acerqué a Donosti. El mar estaba furioso, agresivo, como si le hubieran robado lo que mas anhelaba.
La zona del Peine de los Vientos cortada para coches y peatones, pero la gente caminaba por allí como si tal cosa. Yo también lo hice, perdida entre el rugir de las olas y las conversaciones ajenas, cámara en mano... Y como tantas veces en que me he ido a caminar sola, él estaba a mi lado, yo le sentía allí... pero ayer era distinto, porque si cerraba los ojos no podía ver su sonrisa, ni podía escuchar su voz... simplemente me observaba, en silencio, como un mero espectador...
Dejé que el viento me arrastrase, dejé que las olas me salpicaran furiosas y pude robarle unos minutos de violencia al mar, que golpeaba contra los muros desbordándose, deshaciéndose en un millón de lágrimas, gritando a los paseantes que se alejaran, que le dejasen con su agonía a solas...